¿Cómo cerró el primer semestre del 2022?

Finalizó la primera mitad de otro año atípico a nivel mundial y local. Esta vez no estuvo tan marcada por el Covid-19, pero sí por el renacer de la inflación y la vuelta de las políticas monetarias contractivas. Desde TSA Bursátil acercamos un resumen sobre los principales acontecimientos que afectaron a los mercados.

08 de julio de 2022

2020 y 2021 fueron años particulares. No sólo la vida diaria se vio afectada por la irrupción del Covid-19, también los mercados financieros y las maneras de invertir. La pandemia implicó un importante shock a la oferta agregada a nivel mundial y sobre la demanda agregada.

Los estímulos fiscales y monetarios se hicieron presentes, teniendo un correlato favorable para los mercados de renta variable a nivel global. Sin embargo, cuando estas políticas comenzaron su retirada en 2022, las acciones de compañías alrededor del mundo acusaron recibo. De esta manera, el STOXX Global 1800 USD (SXW1) avanzó +14,5% en 2020 y +19,0% en 2021, pero luego cayó -21,6% en el primer semestre de 2022 y se ubicó apenas +6,9% por encima de lo observado a finales de 2019.

El renacer de la inflación y el regreso de las tasas de interés

Junto a las vacunas y estímulos fiscales, el 2021 fue un año de normalización donde el PBI mundial creció +6,1% y el de Estados Unidos +5,7%. No obstante, esto estuvo acompañado de una suba en las tasas de inflación, con la medición de diciembre del año pasado para la principal economía del continente americano que se situó en +7,0% interanual.

Esta dinámica, caracterizada como transitoria en un primer momento, no fue un fenómeno exclusivo de Estados Unidos y tampoco resultó pasajero. De hecho, se vio exacerbada por la irrupción del conflicto bélico entre Ucrania y Rusia, que trajo nuevas disrupciones sobre las cadenas de suministros globales, principalmente dentro del rubro energético.

Así, durante los primeros cinco meses del 2022, la inflación estounidense presentó niveles interanuales de +7,5%, +7,9%, +8,5%, +8,3% y +8,6%. Para el sexto mes del año, según el “Inflation Nowcasting” de la Fed Cleveland, el avance en los precios se ubicaría en torno a +8,7% (+5,66% CPI núcleo; +6,47% PCE y +4,58% PCE núcleo). De esta manera, si se cumpliese la proyección, el avance interanual de precios “headline” e inflación subyacente alcanzarían nuevos niveles máximos, aunque el PCE núcleo sólo se aceleraría.

Naturalmente, la respuesta de la Fed no se hizo esperar y en su reunión de mediados de marzo se dio por comenzado un nuevo ciclo de subas en sus tipos de interés de referencia, que ya cuenta con tres movimientos alcistas. Así, el límite inferior de su rango de tasas pasó del 0% de principios de año a un +1,5%. Vale destacar además que, el pasado 15 de junio, la Reserva Federal protagonizó su mayor subida de tasas de interés desde 1994 y otros bancos centrales, como en Inglaterra y Suiza, avanzaron por la misma senda al sufrir problemáticas similares.

No es ninguna novedad que las políticas monetarias contractivas tienen, valga la redundancia, efectos contractivos también sobre el PBI de aquellos países que las llevan adelante. Así, el PBI estadounidense para el primer trimestre del año se retrajo un -1,6%, luego de haber crecido un +7,0% anual en el último trimestre de 2021. Hacia adelante, los analistas de Goldman Sachs elevaron la probabilidad de una recesión para 2023 del 15% al 30%.

La irrupción de un nuevo conflicto bélico

En febrero surgió uno de los protagonistas de este año, el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania que se sumó como un factor generador de volatilidad en los mercados. El avance de las tropas fue acompañado por la imposición de sanciones, principalmente de parte de Estados Unidos y la Unión Europea a Rusia, entre las que se incluyó la expulsión de ciertos bancos rusos del sistema SWIFT, red clave para el comercio y las finanzas internacionales.

Sin embargo, la posibilidad de aislar a Rusia del resto de la economía global siempre fue limitada, debido al rol del Kremlin como proveedor de energía de las principales potencias europeas. Apenas irrumpió el conflicto, los analistas estimaron que el 40% del gas consumido en Europa venía de Rusia y el 35% pasaba por territorio ucraniano.

Recién a finales de mayo, los líderes de la Unión Europea acordaron un embargo sobre las importaciones rusas de petróleo, medida apuntada a reducir el 90% de las compras, de modo progresivo, hasta cerrar el año. En ese momento, todavía había discusiones sobre si las siguientes sanciones recaerían o no sobre el gas ruso.

A mediados de junio, Gazprom comunicó el recorte del 60% de los suministros de gas a Alemania a través de Nord Stream 1, al tiempo que anunció una reducción de oferta hacia Italia en 15%. Días después, el país alemán anunció que se moverían a la “fase 2” o “nivel de alerta” de su plan de emergencia respecto a la provisión de gas. Las autoridades alemanas reconocieron un gran riesgo de faltantes en el largo plazo y advirtieron que la situación podría ser muy ajustada en invierno, en caso de no tomarse las medidas necesarias.

En este contexto, tanto la primera posición de futuros de petróleo Brent y gas natural avanzaron +47,6% y +45,4% en el primer semestre del 2022. Esta dinámica hizo su aporte a las recientes lecturas de inflación en Estados Unidos y alrededor del mundo. Por su parte, la dinámica del S&P 500 fue pobre (-20,6%) y sólo se destacó el sector energético (+28,8%).

Renovadas presiones sobre la renta fija argentina

La principal novedad del semestre a nivel local fue la rúbrica de un nuevo acuerdo EFF con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para reestructurar el SBA del 2018. En el marco del nuevo pacto, se establecieron objetivos de acumulación de reservas internacionales netas, déficit fiscal, tipo de cambio real y financiamiento monetario.

A pesar de que existían expectativas sobre si el acuerdo podría ayudar a recuperar la confianza en la economía argentina e impulsar los activos locales, algunos analistas de mercado lo describieron como un plan gradualista dependiente del financiamiento multilateral. En este sentido, algunos expresaron su mirada sobre el programa, describiéndolo como inútil para torcer las perspectivas deterioradas y sacar a la economía local del statu-quo. Otros se limitaron a calificarlo como una apuesta conservadora, simplemente generada para evitar un escenario disruptivo.

Los desafíos se hicieron presentes sobre la recta final del primer semestre. Por un lado, surgió una “crisis de confianza” sobre la deuda en pesos, siendo un ingrediente fundamental para financiar al sector público deficitario. Aparecieron temores ante la posibilidad de un “nuevo reperfilamiento” hacia las elecciones de 2023, que sacudió al mercado local durante varias jornadas. Esto obligó al BCRA a intervenir activamente en el mercado secundario del segmento para corregir el abrupto salto en las tasas y aliviar el trabajo de roll-over del Tesoro. No obstante, esta mejoría es indirecta, dado que su Carta Orgánica no le permite la participación en mercado primario.

El sector agroexportador aportó récord de divisas con USD 19.145 millones de dólares, siendo la cifra máxima desde 2003, a partir de cuando se cuenta con estadísticas publicadas por CIARA-CEC. Por su parte, el BCRA captó apenas 1.846 millones de dólares en el Mercado Único y Libre de Cambios (MULC). Asimismo, fue necesario un endurecimiento de los controles de cambios para que, según medios de comunicación, se cumpliese el objetivo previsto por el acuerdo con el FMI para el segundo trimestre del 2022.

Vale destacar que, si bien la desfavorable dinámica del sector externo estuvo marcadamente influida por el avance de los precios de la energía a nivel global y la necesidad de importaciones de combustibles fósiles para pasar el invierno, también reaparecieron los requerimientos de divisas por turismo. El frente fiscal sufrió las presiones de la balanza energética en forma de subsidios, más aún considerando que la esperada segmentación de tarifas aún no fue aplicada.

Esta combinación de situaciones llevó, por un lado, a la necesidad de que el FMI flexibilice las metas trimestrales del acuerdo (aunque manteniendo las anuales) y, por el otro, que los activos locales se mantengan deprimidos. En este contexto, el Merval en dólares cayó -16,0% en el semestre, mientras que el CCL implícito en el GD30 avanzó un +26,1% y cerró junio en torno a $256,29.

En cuanto a la renta fija en moneda local, los primeros seis meses del año dejaron al Subíndice de Bonos Cortos emitidos en pesos del IAMC con una suba de +23,77% y el Subíndice de Bonos Largos cayó -4,91%. Dentro de los activos en moneda dura, el portafolio de referencia para los bonos dollar-linked avanzó +12,23% medido en moneda local, mientras que aquel vinculado a los bonos soberanos en dólares cayó -28,92% expresado en esa moneda. El bono GD35D cerró junio con un precio de 23,43 dólares, reflejando la probabilidad de una reestructuración aún más agresiva que en 2005, que tuvo quitas en términos de valor presente neto del 73% en promedio.

 

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